Mira, mira… ¿lo he hecho bien, mamá?
Aunque cada vez más la gente va aceptando que eso de castigar no forma parte de una educación adecuada para nuestros niños y niñas, con el tema de los premios todavía queda más camino por recorrer.
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Castigo y premio: caritas tristes y caritas sonrientes
En realidad, estamos hablando de aplicar el mismo mecanismo de aprendizaje en ambos casos. Ponemos una consecuencia externa y sin ninguna relación con las consecuencias reales del comportamiento de la niña o el niño. Pero como el premio no genera ningún tipo de violencia a nuestros ojos y la respuesta del niño suele ser muy positiva, es difícil llegar a darnos cuenta de las consecuencias que pueden tener para el aprendizaje.
Ultimamente, en las aulas de infantil cada vez más van desapareciendo las caras tristes para castigar el mal comportamiento, pero todavía dejan las caras sonrientes para cuando la profe considera que te has portado bien. Al final, ves a niños desesperados por conseguir una cara sonriente al lado de su nombre, mientras otros niños niños tienen una fila con más caras que números saben contar. Sin duda, no estamos mejorando gran cosa con este sistema pues, castigo y premio son dos caras de la misma moneda.
Tanto el «muy bien» de mama, como el «muy mal» son juicios, y a nadie, adulto o niño, le gusta ser juzgado.
Estamos juzgando la forma de comportamiento del niño o niña e imponiendo a veces la forma en la que se ha de sentir al haber conseguido hacer alguna cosa, «¿es que no te pones contento que has conseguido tal cosa?«, Muchas veces los y las adultas no dejamos el tiempo suficiente para el niño evalúe su propia experiencia y decida como sentirse al respecto y venga emocionado a compartir con nosotros su logro.
Los premios No sirven para que el niño razone
Los premios son una forma de manipulación adulta hacia los niños. Muchas veces de forma intencionada damos premios o elogios en aquellas conductas que deseamos como adultos, pero no hay un verdadero reconocimiento de lo que ha hecho el niño de por sí.
Intentamos a través de nuestros elogios verbales o materiales hacer que el niño se comporte como queremos.
Si recoge sus juguetes y nuestros elogios son del tipo ‘Muy bien, eres muy trabajador, buen trabajo‘. En realidad en ninguna de estas frases estamos explicando la consecuencia real de lo que pasa al recoger los juguetes, como puede ser que así no se estropean, que así hay más espacio para jugar a más cosas, o que así no nos tropezamos al pasar.
Lo aplicamos porque es efectivo, por lo menos a corto plazo. Y es efectivo porque nos aprovechamos del gran deseo del niño de aprobación del adulto del cual depende. Pero, sin duda, no estamos consiguiendo a niños que reflexionen y tomen conciencia sobre las consecuencias de sus acciones.
Evidentemente, que no tenemos un plan maquiavélico para controlar al niño a través de los elogios. Estoy segura de que muchas de las felicitaciones y halagos que hacemos son naturales y auténticos. Pero, hay que poner atención en no crear niños dependientes de nuestra aprobación para tomar decisiones.
Consecuencias de usar premios en la educación
1. Desconexión del niño con su ser
Reforzar un comportamiento de forma excesiva y artificial puede provocar en el niño una desconexión con su propio ser, con las cosas que le gustan y las que no. El niño hace muchas actividades por el placer que conlleva en sí misma la actividad. Pero cuando damos mayor importancia al premio mismo que a la acción estamos consiguiendo que una actividad que hace desde una motivación interna como el placer pase a realizarla por conseguir el premio prometido.
2. Niños y niñas más indecisos
Hay estudios como el de Mary Budd Rowe, una investigadora de Florida, que observo que los estudiantes más alabados son más indecisos en sus respuestas y mantienen menos la firmeza de sus afirmaciones cuando un adulto les cuestiona. Además, abandonaban antes las tareas que les resultaban costosas o complicadas, y compartían menos sus ideas con otros estudiantes.
3. Más dependientes
Otra cosa que sucede con los constantes elogios es que el niño se vuelve dependiente de esa recompensa de mama o papa, prestando constante atención a su tarea y reforzando cada paso. Lo veo en muchas situaciones ya sea en parques «Pero mírame mama, mira, mira…¿lo he hecho bien?» o en las aulas «mira profe, ¿así está bien profe?»
4. Con menos interés, menos diversión y más desmotivación
La actividad en sí, ya no tiene interés para el niño o la niña sino que el objetivo de la actividad es conseguir el «muy bien» de mama o la pegatina de carita sonriente de la profe. Hay muchos estudios que han comprobado como el reforzar de forma externa una conducta que el niño hace de forma natural por placer acaba por provocar que el niño pierda interés en esa actividad o en ese comportamiento. Se convierte en algo que deben hacer para conseguir el premio.
En un estudio clásico de la psicología, Mark Lepper en Stanford pidió a dos grupos de estudiantes que se divirtieran dibujando algo. A un grupo les prometió una medalla al final y al otro ninguna recompensa. El resultado fue que el grupo de niños que iba a recibir la medalla pasaba menos tiempo dibujando que el otro. El efecto se ha repetido en varios estudios: si pones a un niño una actividad con la que disfrutan y la recompensas de forma externa, esa recompensa reduce la diversión y los desmotiva. De repente, conviertes un juego apasionante en trabajo que deben hacer porque el adulto lo desea.
5. Menos creativos
Además, la educación basada en los premios tiene efectos negativos en la creatividad de los niños. El marcar el «buen trabajo» como el camino único y correcto hace que los niños tiendan a mantener el mismo comportamiento que les ofrece los elogios y deciden no innovar y no tomar riesgos necesarios para encontrar formas y caminos nuevos en todos sus aspectos vitales.
6. Con menos autoestima
Además, con los premios estamos afectando de forma directa en la autoestima del niño. Estamos midiendo su valía en función de nuestros objetivos adultos y le ofrecemos las muestras de amor sólo cuando cumple con eso que nosotros consideramos adecuado. Estoy segura de que muchas de vosotras habréis escuchado alguna vez la frase » Se lo tienen que ganar». Y, personalmente, me entra agobio de pensar en la vida tan estresante de aquel niño que cada día tiene que esforzarse por conseguir ganar ese beso, ese abrazo, ese «muy bien hija» ese «así le gusta a tu padre«. El amor de los padres debería mostrarse de forma incondicional, el niño necesita saber mamá y papá le quieren sin importar como es, que hace o los resultados conseguidos para desarrollar un vínculo seguro con ellos y con una autoestima estable con el mismo.
Cambiemos los premios por apoyo
Con todo esto no estoy diciendo que no sea necesario saber incentivar y motivar a los niños, o saber guiar ciertos comportamientos.
Las niñas y niños, por lo tanto, vuestros hijos o alumnos serán más creativos, más seguros de sí mismos e independientes si lo que les motiva es el interés, la satisfacción y el reto de aprendizaje en sí mismo, y no las recompensas o las presiones externas.
Yo quiero que mis hijos avancen por la vida sin buscar la mirada de aprobación de mamá a cada paso que dan. Quiero hijos que disfruten de lo que hacen. Quiero hijos que sepan lo que les gusta y lo que no les gusta, lo que les hace sentir alegres o tristes. Quiero hijos que reflexionen sobre el porqué de sus acciones. Quiero hijos que se equivoquen y que aprendan de ello. Quiero hijos que elijan su camino en la vida no en función del reconocimiento social ni del dinero que les dará sino en busca de su felicidad personal. Y, sobre todo, quiero hijos que sepan que su madre en su vida está ahi y les quiere sin importar como sean, a que se dediquen o que consigan en su vida. ¿Y vosotras? By using this web site you will see getting women.
Teresa Simarro Martín del Burgo dice
Coincido con esta forma de educar para crear menos frustración e infelicidad en nuestros hijos y alumnos:Educar desde dentro» es lo más satisfactorio para todos a corto y largo plazo.Pero……como educar a padres, madres , maestros?
YASMIN ROCIO TENJO MACIAS dice
La influencia emocional es inmensa, estoy totalmente de acuerdo con cada cosa que se menciona en este articulo, considero que los docentes específicamente del nivel preescolar deben generar otras estrategias que no sean las de encasillar al niño que molesta con caritas tristes y al que se porta bien con caritas felices. Cambiemos las por expresiones como: es de aplaudir tu empeño, tu esfuerzo o tu dedicación…. no te desanimes, , como has mejorado, me gusta lo que haces, admiro tu esfuerzo y dedicación, tú si puedes, te felicito.
Natalia dice
Me encantó este texto,me podrías decir quien lo escribió?
Marta Martínez Lledó dice
Buenas Natalia,
Me alegro que te guste, todos los textos del blog los he escrito yo, Marta R. Martínez Lledó, pero este tipo de ideas las comparten muchos otr@s autor@s. ¡Un saludo!