Con la llegada del frío en invierno, hay un conflicto que se repite muy a menudo en casa como en el cole y es la lucha para que niños y niñas vayan con su abrigo puesto. La negativa de niños y niñas a ponerse abrigos, gorros, bufandas y demás complementos para el frío es algo muy común y que desespera a muchas madres y padres y a maestras/os en el cole, sobre todo en infantil, pues se preocupan por que puedan enfermar si pasan frío.
Escuchar el podcast:
Evidentemente, este conflicto es diferente según la edad del niño o niña, según si ya tienen habilidades lingüísticas para expresar que tienen frío y pedir ayuda, para entender o predecir en el futuro que van a pasar frío, o si ya tienen suficientes habilidades para ponerse el abrigo por sí mismos/as. Pero las razones que están llevando a esos niños y niñas a rechazar el abrigo puede que no sean tan diferentes.
Si partimos de las premisas de que:
- Somos capaces de percibir el frío desde que nacemos, un bebé que tiene frío llora para pedir sentirse cerca de un cuerpo calentito que le arrope.
- La sensación de frío en el cuerpo excesiva resulta desagradable e incluso dolorosa en extremo de frío y esto motiva comportamientos de búsqueda de regulación térmica como llorar, acercarnos a algo caliente, taparnos, etc.
- De forma natural ninguna persona se deja morir de frío a propósito. Es decir, asumimos que existe un mecanismo de regulación interno que cuando algo no va bien nos indica y nos motiva para volver a esa homeostasis interna. Por ejemplo, al bucear si necesitamos respirar salimos del agua rápido, cuando tenemos hambre o sed activamos mecanismos de acción para conseguir alimento, cuando tenemos frío pasa lo mismo.
Entonces, si asumimos que un niño es capaz de percibir el frío, que éste no resulta agradable cuando es excesivo, y que de forma innata tenemos un mecanismo de termorregulación que nos motivará a actuar para conseguir volver a un estado de equilibrio y bienestar, muchas mamás y papás se preguntarán ¿entonces por qué el niño se niega y se enfada a ponerse el abrigo?
Motivos por los cuáles un niño/a puede no querer ponerse el abrigo
Vamos a intentar esgrimir algunos de los motivos que puede tener el niño para rechazar el abrigo.
¿Tiene realmente frío?
El primer factor a tener en cuenta es desde mi punto de vista. ¿El niño tiene frío? Muchas veces es la mamá, el papá o el o la maestra quien tiene frío, pero quizás el niño o niña no. Como en las personas adultas la percepción térmica es subjetiva, existirán niños o niñas con una necesidad de abrigarse más o menos.
Por otro lado, a parte de que en condiciones iguales unas personas y otras sintamos diferente. Muchas veces no somos conscientes de que no existen las mismas condiciones, por ejemplo, todos estamos en el parque pero mientras mamis y papis están en el banco sentadas/os, los/as niños/as están corriendo, trepando, saltando por lo que es normal que con ese nivel de actividad no tengan nada de frío. De hecho, el exceso de abrigo en esa situación, puede ser lo que provoque que suden mucho y luego se enfríen al parar. Además, hay que tener en cuenta que el niño todavía está desarrollando su capacidad de moverse, y por tanto hacer ciertos movimientos le supone un mayor coste energético que a un adulto, y eso se traduce en que genera más calor en su cuerpo con la misma actividad. Finalmente su sistema de sudoración es más ineficiente y todavía está en desarrollo por lo que le cuesta más perder calor cuando lo necesita.
Están incómodos con el abrigo puesto
Otro de los motivos muy comunes por los que los niños no quieren la ropa de abrigo es por la falta de comodidad. Es decir, hay que plantearse si las prendas que ofrecemos de abrigo permiten el movimiento, seguir teniendo agilidad para sus juegos, si tienen cremalleras o botones que resulten molestos, si aprietan demasiado o tiene texturas que no les agradan o que les pican. Y ni que decir de otros elementos de abrigo como los guantes que les hacen ser más torpes con las manos, deberemos plantearnos ¿son totalmente necesarios? Si metemos las manos en los bolsillos o estiramos las mangas para esconder las manos también conseguimos el calor buscado. Por su parte las bufandas que se caen del cuello, o les aprietan o tapan la boca, tampoco son buenas amigas para el juego. Una buena alternativa para las bufandas son las bragas de cuello o simplemente cerrar la chaqueta hasta arriba.
Cuándo pedimos que se ponga el abrigo
Otro motivo puede ser el momento cuando le pedimos que se ponga el abrigo. Normalmente, nos ponemos el abrigo en casa, cuando todavía no tenemos frío, porque sabemos predecir que dentro de un minuto cuando estemos fuera tendremos frío. A veces en función de la edad del niño o niña, está lógica de predicción puede resultarle difícil de entender. Podemos ayudarles a comprenderlo asomándonos a la ventana e incluso abriéndola para que note el frío. También podemos acordar con él o ella que nos llevamos el abrigo por si luego lo necesita y permitir que salga sin abrigo hasta que realmente note que le hace falta.
Por otro lado, puede que el momento en el qué pedimos que se ponga el abrigo interrumpa el juego que está haciendo. Las prisas suelen ser una de las grandes causas de conflictos. Así que avisar con tiempo de la transición que se va a hacer siempre ayuda a que el niño se vaya preparando psicológicamente y cerrando la actividad que está haciendo para hacer otra.
Necesidad de autodeterminación
Si estamos en la edad de los 2 o 3 años el motivo del enfado también puede venir por una necesidad de autodeterminación, de querer hacerlo solo/a, de querer elegir qué se pone y cuéndo. Es recomendable permitirle elegir entre diferentes posibilidades, tener abrigos sencillos para que pueda ponérsolos solo, hacerlo desde el juego o dejar que lo haga a su manera. Recuerdo como pase una buena temporada con uno de mis hijos queriendo salir con el abrigo abrochado pero por la espalda y él iba tan feliz con su abrigo al revés, la cuestión es ¿podemos respetar esa decisión?
En el caso de que la situación de conflicto no se pueda evitar, porque realmente consideramos que es necesario el abrigo a pesar de que la negativa por protección de la salud, la recomendación como en cada situación de donde ponemos un límite es hacerlo con calma, con la voz tranquila. Debemos validar que escuchamos y entendemos que no quiere ponérselo, no quitarle importancia, reconocer que es aceptable lo que quiere y exponer lo que vamos a hacer y nuestras razones (brevemente, no es necesario grandes explicaciones especialmente cuando son tan pequeños). Y luego, no nos vayamos, permanezcamos con paciencia ante las emociones que eso pueda despertar en el niño o niña. Si no alimentamos más la lucha, normalmente al poco tiempo el niño/a desplazará su atención a otro lugar y estará de nuevo con su sonrisa moviéndose hacia algo que haya despertado su interés. Using these suggestions it will probably be easy to discover a girl.
David Montes Renau dice
Quisiera saber si el abrigo de los niños puede tener consecuencias en sus defensas conforme van creciendo.
Marta Martínez Lledó dice
Buenas David,
¿Te refieres con tu pregunta a si abrigarlos mucho o poco les baja las defensas? No sé si a largo plazo existen consecuencias estables de ese hábito, la verdad, pero yo creo que el cuerpo tiende a la adaptación y la autorregulación en cualquiera de los dos casos, mientras no sea algo extremo donde ya le sea imposible volver a equilibrarse. Si que es verdad, que en bebés el mucho o poco abrigo puede tener mayores consecuencias pero suelen ser más inmediatas, ya que la capacidad de termorregulación es más baja.